Sorprende la profusa actividad académica de Marina Patrón a sus 24 años. Es graduada en Derecho y Periodismo y va camino de serlo en Lengua y Literatura Españolas. Tras cursar un Máster en Literatura Española, se encuentra realizando un doctorado sobre la poeta canaria Josefina de la Torre. Es madrileña, pero su poesía canta a la fragilidad del ser como lo hacía la de aquel poeta teutón: «¡Bella vida! Tú vives, como leve brote de invierno…».
Puedes leer la entrevista que TEMBLOR le hizo a Marina Patrón Sánchez aquí.
Poética
Antes, al igual que Novalis, pensaba que la poesía curaba las heridas que la razón produce, pero ahora sé que esa afirmación se queda corta. Para mí, la poesía es la expresión más íntima del Yo y de las múltiples individualidades que componen la identidad. Especialmente cuando esta entra en conflicto con el mundo que le rodea y busca respuestas a todo aquello que no alcanza a comprender: lo ignoto, lo misterioso, lo bello. No hay nada que se pueda igualar al acto de creación poética. Es un acto de soledad plena, aunque se esté rodeado de gente. Es un acto de fusión con todo aquello que se quiere comprender —algo así como hacer el amor con la persona que amas— en un intento por abrazarlo todo.
Poemas inéditos
Nos-otros
No me asusta nombraros,
ir llamándoos uno a uno por vuestros nombres;
y que vayáis llegando
uno a uno, como reflejos en las ventanas,
como las gotas de lluvia,
como las hojas del calendario.
No me da miedo el que nos sentemos
frente a frente y cuerpo a cuerpo.
Cuando vengáis a por mí
me encontraréis aquí, de noche,
a oscuras, donde siempre
venís a acecharme, fantasmas hambrientos,
con vuestras muecas y vuestros remordimientos.
Somos lo oscuro, lo incierto, el miedo, los deseos,
el vértigo, el insomnio, el sueño.
Pero cuando veamos la luz y alcéis el vuelo,
—pájaros de mal agüero—,
me dejaréis aquí, sola, en el suelo,
removiendo las cenizas a la luz del día.
Así, sola por fin, ya no tendré miedo.
El sueño de la mente produce monstruos
Hay un cadáver de mosquito en mi cama.
Sucedió la noche en que soñé
que tenía los oídos llenos de avispas.
La calle está siempre mojada
cuando vuelvo a casa;
igual que mi espalda
a las cinco de la mañana,
cuando despierto sintiendo en mi oído sus patas.
En otras pesadillas veo tu cara, pero no eres tú,
aunque yo creo que eres tú;
pero todo se llena de avispas.
Algunas noches soy yo quien cambia
y soy yo, pero sin serlo.
No reconozco mi voz, ni mi cuerpo;
me veo desde fuera como un autómata,
como viendo la película de un sueño,
y no puedo evitar acercarme a las avispas
que me aguardan en la cama.
Y al despertar, la sensación es siempre la misma:
el mismo miedo a tener,
a seguir sintiendo
los oídos llenos de avispas.
Silencio
En este silencio que me consume
me vuelvo cada vez
más huraña y más extraña.
Y tú me preguntas que qué me pasa.
A veces me gustaría gritarte,
me gustaría zarandearte;
derribar las paredes
desangrarme los nudillos contra los cristales
y ver como todo se hunde.
A veces me gustaría arder
arrancar las máscaras
y quedarme desnuda con este vacío que me desgarra.
Y que me vieras tal cual soy, tal cual estoy
con esta herida que me atraviesa del pecho a la cabeza;
y que te asomaras a mi abismo.
Quizás así sabrías qué me pasa.
Antes de dormir
¿Dónde estarás ahora?
¿Qué estarás haciendo?
¿Te estarás yendo a la cama
con la misma sensación de derrota?
¿Me estarás imaginando
tal y como yo te imagino a ti?
¿Me estarás dibujando con la yema de los dedos
tal y como te dibujo yo a ti?
¿Dónde estarás ahora?
¿Qué estarás haciendo?
¿Me estarás persiguiendo en sueños,
sin rostro y sin cuerpo?
¿O estarás dándome nombres,
todos los que puedes imaginar
o todos aquellos que no te atreves a nombrar?