Hace unos meses estuvimos hablando sobre la construcción de la poética de Josefina de la Torre, pero como esta versátil mujer fue un torrente artístico, hoy profundizaremos en otro de sus perfiles: el de actriz de teatro, cine y televisión.
Ya mencionamos que su familia fue una de las más influyentes de Las Palmas, debido a que estaba formada por toda clase de artistas: por el lado paterno, su tío Néstor de la Torre fue un destacado barítono; y su primo, también Néstor, fue un destacado pintor vanguardista. Por el lado materno, en la rama de los Millares hay destacados escritores y dramaturgos, como el abuelo y los tíos de la poeta. Su madre, Francisca Millares, destacó como actriz en su juventud, y tanto las hermanas de esta como su madre escribieron poesía. Todo este ambiente cultural e intelectual va a ser esencial para que Josefina de la Torre pueda desarrollarse y experimentar con todas las vertientes del arte, algo que era bastante inusual para la época.
Desde niña acudió a las representaciones teatrales que hacían sus tíos, los hermanos Millares Cubas, en su casa y donde los actores eran los propios miembros de la familia o amigos de los autores. En este ambiente participó Josefina desde niña, cantando arias de ópera, zarzuelas de su abuelo y canciones ligeras, como tangos y otras canciones de moda. En sus memorias, su hermana María Rosa, recordando las veladas pasadas en casa de sus tíos, escribe:
Pero lo que más llamó la atención de nuestros padres fue, como siempre, por su extraordinario sentido artístico y musical y su precocidad, la actuación de Josefina, entonces “La Pepa”. Cantó, con poquísimos años, el aria de La Traviata, recitó, bailó e hizo innumerables imitaciones. Era una criatura realmente excepcional.
María Rosa de la Torre (2007): Recuerdos de niñez y juventud (1903-1924). Las Palmas de Gran Canaria: Anroart Ediciones. p. 45
Los teatros de cámara, familiares e íntimos, eran una práctica habitual en la época. Como ejemplos podemos citar el Teatro Intim de Adriá Gual, El caracol de Rivas Cherif, El búho de Max Aub, El teatro fantástico de Pilar de Valderrama o El Mirlo Blanco de los Baroja. Con estas salas se pretendía crear no sólo un teatro independiente del comercial, sino también un nuevo público, a lo que también van a contribuir los esfuerzos de La Barraca de Lorca o Casona con El Teatro del pueblo. A imitación de estos, Josefina de la Torre funda en 1927 junto a su hermano Claudio el Teatro Mínimo o Escenario de Cámara de Josefina de la Torre, en su casa de la playa de Las Canteras. Con este teatro la artista canaria va a confirmar su amor por las tablas, pasión que va a ir aumentando con el paso de los años.
El Teatro Mínimo se inauguró el 10 de agosto de 1927 con la obra de Claudio El viajero. Este también se ocupó de dirigirla y todos los actores fueron miembros de la familia. Además, tanto los decorados como el vestuario de los actores, fueron diseñados por el primo pintor, Néstor de la Torre. Al día siguiente de la representación, el crítico teatral Domingo Doreste publicó en la revista Millares una reseña sobre la actuación bajo el pseudónimo de Fray Lesco. Gracias a ello podemos conocer cómo era la disposición del mismo, en el que destacaban la sencillez y el refinamiento.

Además de El viajero, en el Teatro Mínimo se representaron Hacia las estrellas de Andreiev, una tragedia de Claudio, Ha llegado el barranco; La Gran Catalina de Bernard Shaw y Jinetes hacia el mar de John Singe. En este primer teatro familiar es donde Josefina de la Torre va a tener un primer acercamiento de manera profesional al mundo del teatro, que ya no va a abandonar nunca y en el que se centraría tras la Guerra Civil. Así, formó parte del teatro María Guerrero, del Teatro de Cámara del Teatro Español, de la Compañía de Teatro Nacional de Cámara y Ensayo, del Pequeño Teatro DIDO y del Teatro de Cámara T.O.A.R., además de fundar en 1946 su propia compañía de teatro, La Compañía teatral Josefina de la Torre, con Claudio como director y ella como primera actriz. Durante la década de los años 30, Josefina de la Torre va a conseguir conjugar sus grandes pasiones y cultivarlas de manera paralela. Hasta el estallido de la Guerra Civil va a poder dedicarse a la poesía, a la interpretación y a la música sin tener que renunciar o encasillarse en alguno de ellos.
En 1931 Claudio se muda a París y de allí se marcha a los estudios de la Paramount Pictures en Joinville, Francia, contratado como guionista y director. Un poco más tarde, le seguirá Josefina, que doblará al español varias películas y prestará su voz a grandes estrellas como Dorothea Wieck en Un secuestro sensacional (1934) (donde coincidió con Luis Buñuel), Martine Carol, en Mujeres soñadas (1952) (en la que también dobló las canciones) y a una de sus estrellas favoritas, Marlene Dietrich, en el Ángel Azul (1930). La diva alemana le enviaría después una foto dedicada que la poeta guardó con cariño toda su vida. El éxito de Claudio como director de la película Pour vivre hereux en 1932 permitió que Josefina pudiera extender su colaboración cinematográfica a un campo más dilatado, lo que continuó al regresar a España para seguir trabajando en los Estudios Chamartín, cuyo dueño era el estadounidense Mr. Bronston.

En la década de los treinta Josefina incrementó también su colaboración artística con varios músicos de su ciudad natal, aunque especialmente con el violinista, pianista y compositor catalán Agustín Conchs, establecido en Las Palmas desde 1929. Junto al músico catalán ofreció varios conciertos en su isla. Tras la Guerra, Josefina vuelve a las Islas y es entonces cuando la colaboración se va a incrementar. Junto a José García Romero, los dos intérpretes van a poner música a los poemas de Josefina, que van a interpretar junto a ella en varios conciertos y recitales en Las Palmas.
Al trasladarse la familia a Madrid en 1935, continuó allí la proyección artística de nuestra actriz, poetisa y cantante. En febrero de este mismo año ofreció un importante concierto en el Teatro María Guerrero, que recibió el nombre de Concierto 1900, con Cipriano Rivas Cherif al piano; y un año después, participó como solista en el Concierto del Milenio en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Los dos conciertos recibieron excelentes críticas y en ellos pudo demostrar su talento Josefina de la Torre, lo que también le valdría ingresar en la Academia de Canto de la prestigiosa soprano Carlota Dahmen Chao y en la Orquesta Sinfónica de Madrid. La Compañía de Zarzuelas del maestro Sorozábal también la reclamaría para ofrecer una serie de conciertos. Sin embargo, esta trayectoria tan brillante y ascendente se vio truncada por la Guerra Civil.
Durante los años cuarenta va trabajar junto a su hermano Claudio en el mundo del cine, desempeñando papeles menores en siete películas:
- Primer amor (1942)
- La blanca paloma (1942)
- El camino del amor (1943)
- Misterio en la marisma (1943)
- Y tú, ¿quién eres? (1944)
- Una herencia en París (1944)
- La vida en un hilo (1945)
(dirigidas en su mayoría por Claudio, pero también por otros directores como Miguel Pereyra, Julio Fletchner y Edgar Neville), y en dos de ellas incluso podemos oírla cantar. Fue ayudante de dirección en la película La blanca paloma, sustituyendo a su hermano Bernardo (trabajo que no le gustó nada, pero que consideró necesario por conjugar la visión masculina del director con la femenina de la ayudante) e incluso adaptó su novela romántica, firmada bajo pseudónimo y publicada durante la guerra Tú eres él, llevada al cine bajo el título Una herencia en París (1944), lo que le valió el accésit del premio del sindicato de actores.
También durante los años cuarenta colaboró con la revista cinematográfica Primer Plano, para la que realizó reportajes, entrevistas con las estrellas del momento y en cuya portada apareció la propia Josefina de la Torre en dos ocasiones (el 25 de abril de 1943 y el 16 de abril de 1944), lo que la situaba dentro del star system español.

Sin embargo, su relación con el mundo del celuloide no cuajó al no recibir una gran oportunidad, por lo que decidió cambiarlo por el mundo de las tablas.
Además de su actividad teatral, que ya hemos mencionado anteriormente, su voz también pudo escucharse en Teatro Invisible de Radio Nacional, desde 1944 a 1957; y a finales de los setenta dio el salto a la pequeña pantalla, apareciendo en numerosas series como Teatro de siempre (1960-1970), Historias para no dormir (1966), Novela (1966-1973), Páginas sueltas (1970) y Personajes a trasluz (1970), siendo su última intervención como actriz en la serie de TVE Anillos de oro en 1983.
A pesar del freno que supuso la Guerra y de su desencanto con el mundo del cine, Josefina de la Torre nunca renunció a una vida dedicada por entero al arte, combinando poesía, música e interpretación en todo tipo de escenarios hasta el final de sus días en 2002. Con todo lo anterior queda demostrado el papel pionero de Josefina de la Torre en el mundo artístico: no solo como actriz de teatro, sino también como cantante y como mujer de cine, lo que la convierten en un auténtico referente para la mujer moderna.