Mientras trataba de brillar un forzado garcilasismo con los ojos vendados y que hacía oídos sordos a la España de la más dura posguerra. Mientras la falangista Escorial cerraba filas en torno a un Caudillo al que no le tembló el pulso a la hora de deshacerse de los más fieles seguidores de José Antonio. Mientras los Hijos de la ira y Espadaña animaban a los poetas críticos a un incipiente alzamiento de voz (primero contra Dios por vivir; luego contra el Estado por vivir de tal o tal otra manera). Mientras lo que quedaba de la poesía española sufría esta segunda sacudida transformadora en la más inconcebible penuria, iba cuajando un nuevo espíritu revolucionario (artísticamente): el Postismo.
El pasado año 2017 celebramos el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes, un alma plenamente postista divorciada de manifiestos e imposiciones estéticas. Quizás es un buen momento para reivindicar el Postismo, el último de los ismos de vanguardia, el heredero de la primera vanguardia hispánica. Sus máximos representantes, padres teóricos de un movimiento destinado a romper el blancoynegrismo de Garcilaso y Espadaña, fueron Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro Briones y Silvano Sernesi. Huelga decir que a éstos les siguió todo un batallón de vanguardia que se volcó en la lucha poética cargado de neologismos, imaginación, técnica eurítmica y entusiasmo vital que desconcertaron momentáneamente a los arraigados y a los desarraigados; a los puristas y a los rehumanizadores. Lucha poética que se volvió contra ellos mismos y propició su flordeundismo (esto es, que fueran como el rosario del aurora). En el terreno de las artes plásticas, el catalán Dau al set pronto entró a jugar un papel clave, aunque igualmente efímero, al contraponer a un oficialista y costumbrista Sáenz de Tejada un onírico Ponç, o a un impecable Álvarez de Sotomayor un irreverente Brossa.

La falta de posicionamiento ideológico de los postistas supuso una significativa (y, en parte, buscada) marginalidad, no sólo a nivel de la crítica, sino que dicho carácter marginal se traduce en su exclusión de los libros de texto en secundaria. Los jóvenes no conocerán ni podrán disfrutar del juego de palabras de Chicharro, quien más allá del espectáculo y la fiesta de la aliteración esconde un Vanitas de grandísima belleza:
(…) Cazan los hombres hembras
y cazan hombres, sombras.
Es sombra lo que pasa
y son sombras los nombres.
Y aun los hombres de asombro
son sombras que se encumbran.
Pero cual mimbre en lumbre
son lumbres que no alumbran,
en todo caso, timbres. (…)
Y no olvidemos a Arrabal, aquel postista de la dramaturgia que nos regaló fragmentos de una fuerza imaginativa tal como el que aparece en El triciclo:
(…) Climando. Claro como que me he pasado toda la tarde llevando niños. Me duelen sobre todo los sobacos.
Viejo. Eso será de llevar alpargatas. A mí me ocurre una cosa muy parecida, de tanto tocar la flauta me duelen las rodillas.
(Ambos hablan precipitadamente).
Climando. Eso será de usar sombrero. A mí me ocurre una cosa muy parecida, de tanto ayunar me duelen las uñas.
Viejo. (Disgustadísimo). Eso será de tomar agua de la fuente de la plaza. A mí me ocurre una cosa parecida, de tanto usar pantalones me duelen las cejas.
Climando. (Agresivo). Eso será de no estar casado. A mí me ocurre una cosa parecida, de tanto dormir me duelen los pañuelos.
Viejo. (Violento). Eso será de no comprar billetes de lotería. A mí me ocurre una cosa muy parecida, de tanto andar me duelen todos los pelos de la cabeza. (…)
No, el Postismo no se comprometió con el mundo que le rodeaba, pero sin duda sí lo hizo con el mundo en el que vivía: el de la lengua, el de la literatura, el del Arte, con Rabelais como patrono del disparate artístico. Este compromiso con el Arte ha sido el que ha llevado a algunos poetas a retomar la línea postista desde, sobre todo, el fin de la Dictadura, como es el caso del Neopostismo ochentero de La Camama. Hoy en día el fondo –o pretendido fondo– del poema ha asesinado en muchos escritores el trabajo de la forma: queremos comunicar y emocionar al corazón, pero el cerebro también ríe, también se frustra, y debemos darle una alegría (siempre intelectual, Dios me guarde) labrando los verba para conseguir sonidos embriagadores que sean el rechinar de la puerta al conocimiento del mundo desde otra perspectiva que la palabra no puede comunicar si no es por sí misma.
El otro día pretendía componer un poemilla siguiendo el ideario postista, inspirándome en los sonidos que me acompañaran en aquel momento. Riachuelos, gorriones, la brisa agitando las ramas del desnudo almez… Pero para sorpresa y enfado mío los vecinos se estaban haciendo una piscina, y el crepitar y el romperse de la roca bajo el taladro dieron al traste con mi triste y perseguida Oda al Postismo. De resultas de dicho incordio nació esta cosa (sí, cosa) a la que he bautizado a mi pesar como:
Odilla al Postismo (o postillo postista para una poética)
¿Y qué más da si el poema
rima, rama, Roma o rema?
¿Y qué si sílabas cuento
o si cuento el movimiento
del sublime Abracadabra
del que labra la palabra,
sus susurros, sus estruendos,
cosiendo horrendos atuendos
y haciendo acrobacias varias
por las cuerdas silabarias?
Hubiera continuado tamaña aberración, pero los obreros fueron llamados a merendar y yo, qué queréis que os diga, perdí la inspiración (si así puede llamársele) en cuanto sonó la fuente y se quejó el cuervo que vive ahora cerca de mi casa e hizo ondear el viento mi bandera. ¡Maldita Posmodernidad, y maldita su monótona, asfixiante y terriblemente cotidiana soundtrack!
Volviendo sobre el Postismo y los magos de la palabra que postistas se llamaron, deberíamos recuperar ese espíritu combativo que hizo de la locura y del disparate lingüístico e imaginativo su estandarte. A medio camino entre el show y la jitanjáfora, el Postismo conjugó el Arte por el Arte con el Arte para el Hombre: la primera es muy evidente; la segunda sólo se intuye. Entre Garcilaso, Escorial y Espadaña, Postismo y La Cerbatana; entre García Nieto, Ridruejo y de Otero, Chicharro, de Ory y Fuertes, entre otros. Fue un auténtico «culto al disparate» (Chicharro dixit). Un disparate que no con la voz desgarrada ni puñales escondidos bajo el manto acechaba al Régimen, sino con pájaros de papel de colores e imposibles trabalenguas que indignaban a los impolutos garcilasistas y hacían volar la imaginación de unas generaciones heridas por la guerra en sus propias carnes y en las carnes ajenas.
Quizá esta nueva aventura vanguardista no encontró su momento de florecer entre tanta miseria, pero hoy en día, con Gloria Fuertes bien viva en la memoria, debemos dar una segunda oportunidad al Postismo para que pueda intentar su tan ansiada (y necesaria) revolución, que debe llegar a los jóvenes que serán, Dios mediante, los poetas del futuro.