Sorprende la profusa actividad académica de Marina Patrón a sus 24 años. Es graduada en Derecho y Periodismo y va camino de serlo en Lengua y Literatura Españolas. Tras cursar un Máster en Literatura Española, se encuentra realizando un doctorado sobre la poeta canaria Josefina de la Torre. Es madrileña, pero su poesía canta a la fragilidad del ser como lo hacía la de aquel poeta teutón: «¡Bella vida! Tú vives, como leve brote de invierno…». Cuando le preguntamos por sus influencias, nos lo confirma:
El Romanticismo, sobre todo el alemán, siempre ha sido mi corriente artística preferida. Por eso cuando empecé a escribir había mucho de Novalis, Hölderlin, Bécquer, Lord Byron… Sin embargo, he ido evolucionando, y tras quedar fascinada por Verlaine, Rimbaud y Baudelaire, aterricé en España. Gracias a mi investigación he podido acercarme más a la poesía escrita por mujeres en el siglo XX y a veces me pasa que leo poemas de Josefina de la Torre y pienso: «pero si yo he escrito lo mismo». Podría decirse que en los poemas que he hecho últimamente se ve más clara su influencia, así como la de Concha Méndez y Ernestina de Champourcín. No obstante, Edgar Allan Poe sigue siendo mi escritor favorito.
Otra gran fuente de inspiración la encuentro en la música. Desde hace ya unos años, hay muchas letras de canciones que me han inspirado versos o títulos de poemas, porque se han ajustado perfectamente a lo que yo quería transmitir. La música es un detonante poético muy potente, y las letras de grupos y artistas como Mumford and Sons, The Airborne Toxic Event o Vance Joy, entre otros, se pueden rastrear en mis poemas. De hecho, el poema «Nos-otros» antes se titulaba «Ghosts that we knew» como un homenaje a la canción de Mumford and Sons, pero luego decidí cambiarlo por las diferencias de contenido entre mi poema y su canción.
¿Cuándo empezaste a escribir poesía?
Hace tanto que ya ni me acuerdo. Supe que quería dedicarme a la literatura cuando un día, en el colegio, escribí un cuento sobre una rana. Estaría en cuarto de primaria, más o menos, y aquello, el crear una trama con unos personajes inventados por mí, me fascinó. Entonces pensé como Hermann Hesse en su día: «o escritor o nada».
El primer poema se me debió ocurrir poco después. Estaba en la bañera jugando con el agua y me puse a pensar sobre el mar. De pronto se me ocurrieron unos versos y salí corriendo a apuntarlos. Todavía los tengo por ahí. Por supuesto, el poema era muy infantil, pero estaba tan orgullosa de mi creación, que ya no he podido dejar de escribir. La poesía es algo que se funde contigo y se convierte en algo inherente a ti.
La mujer cada vez más está reivindicando su lugar en el mundo editorial. Sin embargo, muy a menudo los términos para referirse a las mujeres escritoras pueden generar confusión. Calificativos como ‘poesía feminista’, ‘poesía femenina’ o ‘poesía escrita por mujeres’ brotan alegremente. ¿Estás de acuerdo con estas distinciones? Y si es así, ¿con cuál te sientes más cómoda?
Creo que, como cualquier calificativo, tiene su lado bueno y su lado malo. Ninguno de los tres que me propones tiene nada que ver entre ellos. La poesía feminista se relaciona con una corriente de pensamiento y puede ser cultivada tanto por hombres como por mujeres. La poesía femenina es un calificativo bastante insidioso que empezó a utilizarse en el siglo XIX y que, por diversas razones, hace referencia a un tipo de poesía que trata temas considerados ‘femeninos’, de acuerdo con el reparto de los roles de género. Y, por esta misma razón, debería dejar de usarse, porque es bastante desafortunado.
El calificativo ‘poesía escrita por mujeres’ surge de la necesidad de dar visibilidad a la obra escrita por mujeres, que ha sido muy injustamente tratada a lo largo de los siglos. Soy muy partidaria de recuperar todo este arte hecho por mujeres, pero, en el siglo en el que estamos, me gustaría mucho que en las antologías que se publiquen a partir de ahora no hagan constar en el título el sexo de sus integrantes, como ya hizo Luna Miguel en Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011).
Resulta llamativo la presencia de un Yo alternativo, a la manera de Rimbaud, que se sorprende descubriéndose a sí mismo de una manera nueva. Son fantasmas o presencias que miran desde fuera. ¿A qué obedece este desdoble del Yo poético?
Es una forma de poner distancia entre el hecho observado y el observador, quiero decir, todos mis poemas obedecen a un impulso que nace desde el interior, esté motivado por lo que sea: algo que he visto, algo que he oído, algo que me ha pasado… Ha habido un detonante que ha producido la explosión de lo poético. Entonces, a la hora de escribirlo, de plasmar qué es lo que ha pasado, qué respuesta me ha provocado ese detonante, entablo una conversación conmigo misma o con la persona a la que vaya dedicado e intento explicárselo de la única manera que sé: mediante el lenguaje del poema.
Tus poemas se mueven en el territorio de lo incierto: cobran la forma de preguntas, de sueños sin interpretar, de encuentros sombríos. ¿El poema nace con la intención de resolver ese misterio o sencillamente lo explora, se acomoda a él y le dota cierta forma?
Tiene un poco de los tres. Muchas veces el poema surge de la duda, es una forma de explicarme lo que no sé, lo que no entiendo, entonces me sumerjo en ello e intento desgranarlo. A veces no tengo éxito y se quedan todas las preguntas sin respuesta; otras consigo darle forma, y si bien no consigo una respuesta, al menos sí un consuelo; y otras veces a través del poema consigo llegar a una certeza, por muy pequeña que sea. El poema es el mejor camino hacia la introspección que conozco.
En la estructura de tus poemas suele haber bastantes repeticiones y enumeraciones. ¿Cómo afrontas el proceso creador? ¿Sueles volver mucho sobre tus poemas?
Cuando se activa el detonante poético suelo correr a ponerlo todo por escrito, donde sea, y todo de corrido, aunque las frases sean inconexas o respondan a temática totalmente distinta. Lo dejo todo por escrito hasta que pasa la inspiración. Después intento hilarlo y darle una forma. Es verdad que suelo usar estructuras paralelísticas y me gustan mucho las repeticiones, quizás porque mis poemas se asemejan a mis pensamientos, y quiero decirlo todo y me gusta hacer énfasis en aquello que más me afecta o me llama la atención: como un pensamiento en bucle.
No me gusta mucho retocarlos porque no quiero que pierdan el impulso de lo espontáneo, pero es inevitable el darles una vuelta. Los finales suelen ser lo que más me cuesta y he llegado a desechar poemas porque no conseguía cerrarlos. Los títulos también se me atraviesan con relativa frecuencia, salvo que los haya tomado prestados de alguna canción o de algún otro sitio, pero me gusta titular los poemas porque dan mucho juego y son pistas para el lector sobre lo que se va a encontrar después.
El poema surge de la duda, dice, y ya es un verso. Con qué sencillez y naturalidad la inquietud interior se transparenta y se filtra en cada gesto. He disfrutado la entrevista. Enhorabuena
Muchísimas gracias. Nos alegramos mucho de que te haya gustado.