Tras años de silencio, desde su primer poemario Vértigo (2010), Ana Rodríguez Callealta ha vuelto para exaltar con grandes toques de ironía y humor la temática erótica que, a pesar de la larga tradición que tiene en nuestras letras, se encuentra actualmente en sus horas bajas. Es a partir del erotismo, anunciado desde el título y eje vertebrador de este poemario, que Ana Rodríguez Callealta constituye una poética orgánica donde la materia corporal se hace verso, exaltando las pasiones a partir de metáforas tan radicalmente viscerales como: «Es que es mirarte y salírseme las rosas por la boca» […] «Son como anémonas vivas, / como una furia animal que se adormece / haciéndome cosquillas por la tráquea» (32). La zoología también sirve al propósito de mostrar la animalidad intrínseca al ser humano que, pese al camuflaje que la capa de la cultura otorga, Callealta desvela con enorme ingenio poético en “Errata Naturae”: «Mientras respiro, un fuero de salvajes / va poblándome por dentro. / Y se me suben por las piernas los cachorros / prendiéndome sus bocas a los pechos / […] Te pido por favor que si te acercas / y oyes los ancestros que me habitan, / y escuchas mis instintos jadeando, / olvides que ambos somos animales / y vuelvas a las normas del decoro».
No obstante, se trata de un erotismo alejado de cualquier patetismo y pasado por el tamiz de la ironía, siguiendo la estela de poetas contemporáneas consagradas como Ana Rossetti, Clara Janés o Concha García, a la cual le dedica el poema “Con Concha García en la memoria”. Aunque nos encontramos ante un libro escrito en primera persona, la autoficción se funda en el humor con el propósito de revelar el artificio sobre el que se erige la voz lírica, actitud que encontramos en el poema
“Ficción autobiográfica”, título que inevitablemente nos hace pensar en el último libro de Ángeles Mora, Ficciones para una autobiografía y en sus presupuestos poéticos. De manera que, mostrando las aristas del Yo poético, se desmontan con elegancia y un cuidadoso estilo tabúes femeninos como la autosatisfacción, la soltería o la abstinencia sexual; tarea tan necesaria en nuestro siglo, donde los mass medias han hecho del sujeto femenino un ser irreal, creando a partes iguales ansiedad y frustración.
Aprendamos de este libro a aceptarnos tal cual somos sin renunciar a la experiencia estética que nos ofrece el inmenso acervo cultural que nos traen sus páginas. Cargado de referencias, guiños y ecos, el gran caudal de intertextualidades clásicas y contemporáneas de Ave Eros no le resta, sin embargo, un ápice de frescura y desparpajo, tal y como muestran “Ares ya no le escribe al Whatsapp” o “Usos amorosos de la posmodernidad”, título que remite al célebre ensayo Usos amorosos de la posguerra española de Carmen Martín Gaite. Con Ave Eros (Isla de Siltolá: 2018) os invito a disfrutar de una lectura gozosa y a reírnos, sobre todo, de nosotras mismas y en especial de la educación sentimental recibida.
BIOGRAFÍA DE ANA RODRÍGUEZ CALLEALTA
Ana Rodríguez Callealta (1988, Cádiz) compagina la investigación literaria con la creación poética. Los poemas publicados pertenecen a su reciente libro Ave, Eros (La Isla de Siltolá, 2018).

POEMAS
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO
aunque ni yo soy hija ni tú Marte,
ni yo Afrodita loca por follarte
Esther Giménez
¿Verdad que cada hora
de desvelo y puntada, costurera de pueblo para todo,
era un irse cosiendo la mortaja?
Julio Mariscal
Tú quieres que mi cuerpo te alimente
como a Crono los cuerpos de sus hijos:
mis carnes tiernas en tu esófago,
tu sangre llena de mí, mi pelo nuevo flotando
por las aguas de Caronte o de Leteo.
Tú querías ser la huida de la guerra
en los brazos de Afrodita.
Pero no, amor, no puede ser,
porque no así te quería:
lo nuestro era un idilio de azahares purísimos
en el verano de una vida que descansa
en nuestros nombres
como las grandes historias de amor
sobre los mitos.
Lo nuestro fue todo embestida:
por nosotros se escribieron las espadas y los ojos,
la muerte más sublime del deseo.
No, amor, no puede ser.
Ahora reniego de las hijas que tuvimos.
Ahora me veo obligada a enterrar
a todas las nodrizas, y sus leches,
a todas las mujeres con sus hilos,
con los telares que tejí como un ajuar
que me llevaba sin saberlo hacia la fosa.
LA RENDICIÓN
A J. A.
Marte: yo no supe hasta ayer de tu belleza,
quien tanto ha amado la locura de Afrodita,
el diapasón amargo de su yugo.
Tal vez tuve que verte derrotado
para dejarme el escudo a los pies de la cama,
con nuestros yelmos besándose en el suelo
mientras la guerra se hacía
en otra parte del mundo.
No soy Penélope, Odiseo. No lo pretendo.
Aunque he de confesar las horas muertas
contemplando la estampa de Velázquez.
NOCHE OSCURA DEL CUERPO
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
San Juan de la Cruz.
No voy a mentirte, Afrodita,
no ha superado la ficción el estremecimiento
de dos cuerpos que se estrechan,
como la tinta no pudo jamás correrme
por el sexo haciéndome gritar
como si al alba ya no quisiera la garganta
para nada.
Porque no era verdad, pero tampoco incierto
que puede ser Amor una ficción tan verosímil
como el sudor que derramabas en mi nombre,
fingiendo que encendías con las manos
—con la Psique que tú eras—
la facha que una vez ya ardió en los hombres,
mil millones de años mucho antes
que nosotras.
Y no es verdad, Amor, quiero decir, Deseo,
que te prefiera mía, proyectada,
exacta a cualquier musa posmoderna.
Pero he de confinarme todavía,
Quizás a las migajas del recuerdo,
solo por verme libre,
disonante
del fuego prometeico que robé
haciéndome pasar por una esclava.
ERRATA NATURAE
Mientras respiro, un fuero de salvajes
va poblándome por dentro.
Los peces se me bajan por la tráquea
y en el estómago
un microcosmos de anémonas
parece estar gritando un salmo antiguo,
un canto gregoriano, una oración en latín.
Y se me suben por las piernas los cachorros
prendiéndome sus bocas a los pechos.
Yo sigo respirando en las mazmorras,
soy solo una mujer en plena lucha.
Los tigres se me ponen en los ojos
moviéndose hacia el dorso de tu boca,
dejándome desnuda en la estacada.
Te pido por favor que si te acercas
y oyes los ancestros que me habitan,
y escuchas mis instintos jadeando,
olvides que ambos somos animales
y vuelvas a las normas del decoro.