A través de la naturaleza y de algunos motivos cotidianos, Jesús Montiel crea una lectura en la que cualquier objeto puede convertirse en un sujeto poético. La poesía le reclamó cuando tenía 16 años y ya no ha dejado de escribir, aunque confiesa ciertos amores de juventud con el dibujo. Natural de Granada (1984), es Doctor en Literatura por la UCM y compagina su trabajo de profesor y traductor con el cuidado de sus cuatro hijos. Actualmente prepara una novela. Es autor de cinco poemarios: Placer adámico (2012), Díptico otoñal (2012), Insectario (2013), La puerta entornada (2015) y Memoria del pájaro, con el que ha ganado el premio de poesía Hiperión (2016). Dueño de una voz muy personal, Montiel nos habla del dolor, la luz, la vida, la muerte, el amor… temas universales que no escapan a su escrutinio poético, siempre ansioso de captar la verdad del instante. He aquí el primer epicentro.
POÉTICA
Estos poemas nacen de este asombro perdido y recobrado […]. Hablo del asombro primigenio, el mismo asombro, en definitiva, que sintió Adán frente a la creación. La sorpresa que el primer hombre experimentó ante las cosas creadas puede asemejarse al placer estético que conoce el hombre al concluir una obra y lograr la belleza. Este mismo placer es el que mueve el corazón del poeta, cuyo trabajo consiste en desempolvar el mármol de la vida y limpiar la herrumbre del tedio.
otoñal (2012), Insectario (2013), La puerta entornada (2015) y Memoria del pájaro, con el que ha ganado el premio de poesía Hiperión (2016). Dueño de una voz muy personal, Montiel nos habla del dolor, la luz, la vida, la muerte, el amor… temas universales que no escapan a su escrutinio poético, siempre ansioso de captar la verdad del instante. He aquí el primer epicentro.
NOCTURNO
¿Qué misteriosa ley ha permitido
a los ojos del hombre habituarse
a noches como ésta con sus astros
vibrando sobre el mapa y nuestras vidas?
Es extraño tener que recordarme
la dicha de estar vivo para no
desatender el don de la presencia
En un instante así como el de ahora,
obligarme a salir
del santuario gris de la costumbre
para asomar el corazón sediento
a este paisaje negro y reanimarlo
con la copla del grillo.
Entonces me estremece un sentimiento
poderoso de chocante gratitud,
como si el mundo fuera una gran fiesta
a la que todos somos invitados
y su anfitrión un Dios que nos seduce.
RECOMIENZO
Me gusta ese momento en que la luz
de pronto recupera de las sombras
el orden de los muebles en el cuarto,
nuestros cuerpos caídos todavía
en las orillas del sueño,
la ropa que nos mira desde el suelo
como un perro amaestrado
o el espejo que invierte el lunar de tu mejilla.
Saber que sigo siendo capaz de la pisada
concretado en un tiempo y un espacio.
¡Oh, calma que concede el nuevo dia
y nos enfrenta al calendario
salando las heridas de la historia!
LABERINTO
Perdido en el dolor
la vida te parece laberinto:
Se anudan los minutos como calles
embrujadas que tapian tu alegría
o son como escaleras
que acaban derramándose en la duda,
lugares de mudable geografía
que dudan el camino acostumbrado
y esconden el lugar de la certeza.
Vagando su confusa arquitectura
consumes la paciencia
buscando una salida inexistente.
Tal vez será mejor
buscar entre los muros un refugio,
zanjar la exploración de una abertura,
cavar un domicilio entre las flechas
que yerran diariamente tus pisadas.
Escribir, por ejemplo,
y que el poema sea ese descanso
en donde el hombre
-herido por la luz de cada cosa-
ya nunca más indague.
Ya siempre se pregunte.
PLOC
MI mano con jabón, en la cocina.
Ahora que concluye la jornada
no hay nada en la memoria
salvo el agua de un grifo
(su música diciéndome:
“Hiciste bien las cosas mudándote a los platos”).
Ni rastro del aplauso después del recital
o aquella traducción que me han propuesto
de un autor que bueno,
diré que me apasiona.
De aquello que nos pasa
recuerda el corazón lo menos agendado.
El agua que he caído para que tú descanses.
(INÉDITO)
Saludos, el que más me gustó fue nocturno aunque yo lo hubiera titulado conticinio.
Me encanta tu palabra!
El poema Nocturno es magistral.