Nace en 1950 en San Fernando, Cádiz. Su vida ha estado dedicada al teatro y a la literatura. Ha publicado novela erótica, cuentos infantiles, un libreto para ópera y once poemarios. En 1980 recibió el Premio Gules por Los devaneos de Érato y en 1985 el Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos por Devocionario. También le fue entregada la Medalla de Plata de Andalucía por toda su obra y el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer por su labor en favor de la igualdad. Actualmente vive en Madrid, donde sigue escribiendo y participando activamente en la vida cultural.
POÉTICA
¿A QUIÉN SINO A TI?
Tú cimientas la imaginación verificando sus asombros
y recreas las emociones transformándolas en infinitas experiencias.
Sobrepasas los signos otorgándoles inagotables claves y fecundas la forma desplegándola en maravillosa versatilidad.
Decretas que ningún subterfugio de la mente impida lo intuido por el corazón;
que sean manifestados con idéntica verdad, presencia o presentimiento,
conocimiento o viaje;
pues proscribes fronteras y rubricas lo extraño y avivas los rescoldos y edificas los sueños
y usas los renglones como alas extendidas.
Por eso a ti, libertadora de astros y de rutas, ariete contra duda y muro,
conciencia y vaticinio,
toda fuerza creadora te nombra soberana y entona tu alabanza agradecida.
Llenar tu nombre, 2008
SEISMOS
Ciudad sacudida:
(Puerto Príncipe)
Mudo alarido
sacude las entrañas
adormecidas.
Y se estremecen,
árboles y raíces.
Huyen los pájaros.
La tierra herida
se deshace en jirones:
placenta rota.
En cada grieta,
han hundido sus llagas
los flamboyanes.
Son las ciudades
la arena que se agita
sobre un cedazo.
Los edificios
derraman sus paredes
en las aceras.
¿Buscas tu casa?
Bajo el montón de
escombros
alguien que llora.
Como riachuelos
los gritos se abren paso
entre las piedras.
Círculos negros
preparan su rapiña.
Ronda de muerte.
Inédito
A SEBASTIÁN, VIRGEN
«Él era barbilampiño, de un puro color de oro
capaz de hacer llorar de amor a una nube sin agua» Ben Rasiq
Temblábanle los pulsos al arquero divino,
sus ojos fornicaban por tu espalda,
inviolada urna, virgen siempre virgen.
Fatigados los dardos, de sangre te empurpuran
pero, jamás, ninguno te inseminará el vientre.
Puras ingles, sudor que precede al espasmo,
el fruto que se injerta y os anuda
solamente conserva la maternal noticia
del beso ritual caído en el embozo.
Cuerpo entreabierto, carne desgranada.
Recojo con mi lengua los rubíes,
perro manso que bebe en tus heridas.
Hermoso maniatado, si Eros de ti
se desenamorara,
su intencionado dardo pudiera desflorarte.
De Los devaneos de Erato, 1980
Y así cada minuto, se alarga en lentos túneles flotando en el vacío
y la raya que marca el término del día es un infranqueable y elástico tabique.
Y el diablo, con su lengua vibrante, inducente,
su lengua aljofarada de insidias y tristezas,
su lengua fulgurante como un lirio escarlata,
como una onda, dúctil,
pero tan decisiva como la trayectoria de un arpón;
su lengua, me enloquece.
Si esto es lo que te espera, si esto es ya para siempre,
él me dice,
si esto es lo que le resta al resto de tu vida, él me dice,
¿merecerá la pena?
año tras año, así, ¿resistirás?, me dice.
Pero mi voluntad no consiente en plegarse a la razón del tiempo y su artificio
ni se deja atrapar por las prórrogas que estiran pesadillas,
por feroces pantanos de la imaginación,
por convenios impuestos al destino,
por esta incautación
de toda mi existencia.
Mi albedrío consiste en poder desertar.
De Punto umbrío, 1995
PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE
Como la liebre paralizada frente a la inminencia de los faros.
Frente a un mundo indemostrable, entre el
visionario torbellino del temor y las umbrosas
ruinas de lo transcurrido; frente a la exigencia de
tener que incrustar el tiempo en el frágil recinto
del acontecer.
Como la liebre frente a la inminencia de los faros,
te enfrentas a la vida que requiere ser realizada.
Entre lo venidero que requiere ser encontrado y
lo sucedido que requiere ser resuelto.
Y resistes. A mitad de camino, resistes con la poca
convicción de las víctimas, con la inmovilidad
de las víctimas. Con su pasmo.
Sobre la trampilla amenazadora del presente,
anclándote en una culpable e irrevocable
indecisión, sigues mintiéndote seguridad.
Aplazando la huida.
Esperando que el desastre sobrevenga.
En la noche, frente a la inminencia de los faros.
Como la liebre.
De Deudas contraídas, 2016