Sandra Barrera: “Yo soy poeta”

Es difícil definir a Sandra Barrera Martín, madrileña de la cosecha de 1994, porque ella es pura inquietud. Sus intereses, de lo más diverso (desde la poesía hasta el dibujo), hacen de Sandra una figura poliédrica, lo que seguramente explique sus coqueteos con el mundo del teatro. Se graduó en Lengua y Literatura Española en el año 2016 y, como anticipamos, ahora mismo completa su formación teatral en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Madrid (EMAD). En 2013 comenzó a moverse por el mundillo poético, en primer lugar por las jam sessions de la capital, y, después, alumbrando tertulias con sus versos. Ha publicado el poemario Aforo Incompleto (Pigmalion, 2015) y participó en la antología El país de los poetas al quedar finalista en el Premio Literario de Poesía 2015 de la Universidad Complutense de Madrid. Sus poemas también aparecen en compilaciones de lo más diverso como Tintos y Tinta (Séxtasis, 2016) Atlántica (Janua Editora, 2016) Con pluma y no con plomo (UCM, 2017) ViveSanvalentín (ViveLibro, 2017) y Madrid en trazo y verso (Séxtasis, 2017). Actualmente prepara un nuevo proyecto que en poco tiempo saldrá a la luz, Máscaras. Buen título para ilustrar a una poeta fiel a su estilo, que ha evolucionado en la composición de sus sueños a través de la palabra. ¡Si incluso ha llegado a interpretar a sor Inés en el Don Juan de Zorrilla! Tal vez haya algo de esa pureza camaleónica en su obra poética, en la que la sintaxis fluye fácil, buscando un colorido tono melancólico pero sereno, y que, por lo general, no oculta jamás una mirada sincera hacia el mundo a través de lo íntimo y lo cotidiano (aunque ella se señale como detractora). Esto es lo que hace que uno se pregunte cómo se le ocurrió lanzarse a este arte que busca dar asidero a nuestro sentir, oliéndose una respuesta sencilla y llena de vocación poética:

¿De dónde nace ésta?
La verdad es que yo me recuerdo desde muy pequeña escribiendo. No levantaba un palmo del suelo y ya escribía poemitas a los animales o a mi osito de peluche. No sé muy bien de dónde nació mi vocación poética. Creo que, simplemente, surgió en mí de repente esa necesidad de expresar mis emociones en forma de versos. Y creo que, muy posiblemente, fueron los libros de poemas infantiles de Gloria Fuertes los que impulsaron en mí dicha vía de escape.

Foto Sandra Barrera | Revista de poesía TEMBLOR

La mujer cada vez más está reivindicando su lugar en el mundo editorial. Sin embargo, muy a menudo los términos para referirse a las mujeres escritoras pueden generar confusión. Calificativos como ‘poesía feminista’, ‘femenina’, o ‘hecha por mujeres’ brotan alegremente. ¿Estás de acuerdo con estas distinciones? Y si es así, ¡con cuál te sientes más cómoda?
Yo soy poeta —sí, poeta, no poetisa—. Si me tengo que definir por mi sexo o por mi género, diré que soy mujer; pero, si me preguntan por mi oficio, afirmaré que soy escritora, poeta, simplemente eso, pues no creo que al término le haga falta ningún «aliño» innecesario.
Sería muy interesante que nos hablases de cuáles son las influencias más directas de tu poesía…
Siempre me parece un poco complicado, e incluso a veces algo pretencioso, hablar de «mis influencias». Supongo que, por el hecho de haber devorado y disfrutado infinitamente sus versos, podría destacar autores como Ángel González, Gloria Fuertes, Federico García Lorca, Manuel Machado, Charles Baudelaire, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni o Alejandra Pizarnik. Sin embargo, no sé si algo de estas enormes figuras podrá verse reflejado en mi poesía —¡ojalá!

Has hablado en alguna que otra ocasión, como en la antología Tintos y tinta (2016), de tu relación con el teatro. ¿Crees que en la poesía se puede desarrollar una escritura dramática? Si es así, ¿la poesía siempre es emoción?
Para mí, la poesía y el teatro van de la mano. No podría desligar las dos artes que más me llenan y que, sin lugar a dudas, me hacen ser quien soy. Por supuesto, considero que puede desarrollarse una escritura dramática y, aunque quizás sean muchos los que se me echen encima por afirmar lo siguiente, para mí la poesía siempre conlleva lo emocional o lo sensitivo. No conozco aún versos que no me hayan removido, que no hayan provocado algo en mí, aunque ese «algo» sea simplemente indiferencia.
¿Te consideras una poeta que cuide la forma? O, más bien, ¿consideras que la forma se cuida desde la búsqueda de la naturalidad? ¿Esto se podría identificar con el prosaísmo?
Sí me considero una poeta que cuida bastante la forma, ya que a la hora de escribir versos, a pesar de no ceñirme a las estructuras clásicas, soy minuciosa en la métrica y el ritmo. Sin embargo, soy también absolutamente defensora de la búsqueda de la naturalidad en la poesía; y, es más, creo que «poesía» pueden ser muchas cosas, pues, en mi opinión, este concepto englobaría todas aquellas creaciones artísticas que expresan y provocan algún tipo de sensación o emoción en quien las lee, las escucha, las observa, las vive, las juega o las experimenta.

Desde Aforo incompleto (2015), tu primer poemario, ¿aprecias algún tipo de cambio significativo en tu poética?
Creo que, más que un cambio significativo en mi poética, ha habido una apertura a nuevos temas. La madurez, tanto literaria como personal ha provocado que —aunque de mi pluma sigan saliendo, incansable y muy gustosamente, poemas de amor y desamor— también haya ahora cabida en mis versos para el autoconocimiento, la rebelión, e incluso para temas más sociales.
Dentro de la poesía española actual, ¿tienes algún tipo de referente?
Si me preguntas por poesía española actual, a mi mente acuden inevitablemente dos nombres: Luis García Montero y Luis Eduardo Aute. Ambos son admirables como poetas, pero sobre todo creo que lo son como personas.

¿Qué importancia han tenido las jam sessions en tu evolución poética?
Aunque es cierto que cada vez las frecuento menos, las jam sessions fueron vitales en mis comienzos como poeta. En ellas encontré un espacio en el que podía ser yo misma, un refugio donde la poesía era la protagonista, una plataforma en la que dar voz a todos aquellos poemas que hasta entonces habían permanecido guardados en carpetas y cuadernos.
En el poema «Saudade» dices: «¿por qué buscarle a todo una respuesta?» Y acabas reconociendo que naufragas en cada verso que escribes. Tal vez reconozcas así que en tu poesía, al haber un claro componente del Yo, de un Yo en búsqueda creativa o amorosa, ¿el poeta está en una constante derrota, entendiendo esta como «la búsqueda de un rumbo», en clara referencia marinera?
Sí. En mi opinión, tanto el poeta como cualquier persona —especialmente el «individuo creador»— se encuentran en una búsqueda constante —en la que, por supuesto, caben tanto las victorias como las derrotas— que siempre permanece abierta e incompleta; ya que, si se completase, la vida carecería de sentido. De hecho, esta es una de las principales ideas que traté de plasmar en Aforo incompleto.

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